¿Qué pasa si las sanaciones no funcionan?
Q’uo, 23 de septiembre de 1990
Yo soy Q’uo. Saludos a este grupo en el amor y la luz del Único Creador Infinito. Estamos muy contentos de haber sido invitados a compartir nuestras opiniones y ofrecer la comprensión que hemos encontrado respecto al tema de si una vida espiritualmente correcta debe necesariamente reflejarse en una salud física perfecta del complejo corporal, que es el vehículo de un individuo mental, emocional y espiritualmente íntegro y saludable.
Noten que hemos separado del ser a su cuerpo; es decir, su vehículo físico, su animal personal, el cual ha sacrificado su vida instintiva para poder albergar al espíritu autoconsciente que cada uno de ustedes es. No es que dentro de la ilusión no exista un lazo que, si se rompe, haga imposible que el cuerpo físico sostenga la vida. Es simplemente que quien ustedes son no es aquello que ven en el espejo. Quien ustedes son no es aquello que sus seres queridos, amigos o enemigos reconocen como ustedes. Su animal, habiendo hecho lo mejor en su favor, sin duda morirá, y esto forma parte de la función necesaria de ese vehículo, pues su espíritu tiene mucho más camino por recorrer del que su cuerpo físico puede llevarlo. Ustedes son seres que están terminando la evolución de su cuerpo físico, continuando su evolución mental y emocional, y ya sea continuando o apenas reconociendo e iniciando su evolución espiritual.
Mucho se ha dicho ya sobre la diferencia entre la mente y el cerebro, y no insistiremos en ello, sino que diremos solamente que, además del cerebro del cuerpo y de la mente del complejo mental, existe una sabiduría del complejo espiritual. Como el propio complejo espiritual, no es relativa. Es absoluta. Es aquello que está más profundamente oculto en cada uno de ustedes: la verdadera sabiduría del espíritu, la verdadera compasión del espíritu. Se requiere una gran dosis de paciencia, pureza y persistencia para que ese espíritu despierte en ustedes y se convierta en lo que siempre ha sido, aunque sin el conocimiento de la mente consciente: su verdadero ser, absoluto y perfecto. Así como todas las cosas son una, también todas las cosas en el espíritu ocurren perfectamente, simultáneamente y con gozo. Esto incluye cualquier condición, sea cual sea.
Ahora tomemos estas tres partes de la unidad de su ser y sepárémoslas artificialmente para poder observarlas por separado, pues no hay una sola respuesta a la pregunta de por qué ocurren sanaciones en el cuerpo cuando han ocurrido en la mente o en el espíritu. El cuerpo es una entidad de instinto y razón. En las primeras etapas se lo llamó el animal creador de herramientas. En sí mismo, posee una sabiduría corporal. Si, según la opinión de la sabiduría de su propio cuerpo, ustedes le han causado daño, este reaccionará para protegerse. Así, quienes abusan de su cuerpo de una u otra forma —y esto suele suceder debido a una subactivación o sobreactivación de algún punto de entrada de energía— el cuerpo reaccionará generando la necesidad de sanar. De este modo pueden observar a quienes se empujan a sí mismos más allá de los límites, consumiendo sustancias dañinas para el cuerpo, enfermando porque su cuerpo, de manera simple, necesita descanso. Si existe en la naturaleza una cierta sensibilidad, el cuerpo puede verse expuesto a muchas situaciones; una de ellas, como recuerda este instrumento, fue la malaria durante la construcción del Canal de Panamá. Estas enfermedades son ejemplos de dolencias que tienen que ver principalmente con el complejo corporal, aunque siempre es cierto que la mente puede controlar el cuerpo hasta el punto que le sea posible. Así pues, el primer tipo de enfermedad no tiene absolutamente nada que ver con otra cosa más que con la circunstancia.
Al observar el complejo mental/emocional, vemos aquella parte de la creencia que ustedes mencionan; es decir, que el cuerpo está manifestando enfermedades cuya causa es básicamente emocional o mental. Su gente —y hablamos de aquellos que son tecnológicamente avanzados— ha usado la tecnología no para liberarse del trabajo, sino para volverse aún más esclavos de él. La luz, que debía dar ocio a las personas de su planeta, se ha usado artificialmente para extender el día. Su vehículo físico particular no está diseñado para ser un cazador nocturno. Su ritmo diurno natural es despertar con el sol y dormir con la oscuridad. Cuando se le pide, este cuerpo notablemente adaptable hará todo lo posible para sostener ciclos diurnos alternativos, pero se encuentra en su punto más débil cuando el horario no es constante; es decir, cuando no hay una hora fija para estar despierto o dormido. Esto resulta muy confuso para un animal que instintivamente se orienta por el sol y que controla su entorno para su supervivencia. En consecuencia, a menos que un ser haya reflexionado profundamente sobre algo tan simple como mantener un horario regular de sueño y vigilia, puede inducir un alto grado de estrés, aun sin parecer estar trabajando en exceso, simplemente por no darse un verdadero descanso.
Existen muchos otros tipos de estrés que uno puede imponerle al cuerpo debido a una imaginación hiperactiva en una personalidad que oscila en sus actitudes y necesidades más de lo que el cuerpo físico puede manejar cómodamente. Así, es bastante evidente que en muchos casos la mente es el origen de la enfermedad, y la enfermedad es la manifestación externa de aquello que fue rechazado como catalizador por el complejo mental/emocional del ser. Existe el cáncer de la ira que crece sobre sí mismo. Están las enfermedades pulmonares de quienes no han dicho las palabras que necesitan decir para estar sanos, que no han expresado las verdades necesarias para liberarse de la incomprensión profunda en sus relaciones. Existe la condición ácida provocada por el puro exceso de trabajo que arruina el tracto gastrointestinal. Son muchas las enfermedades que son la manifestación de un desequilibrio mental o emocional. (Usamos la palabra “equilibrio” y no “felicidad” porque, en nuestra experiencia, no hemos encontrado útil el concepto de “felicidad”. La alegría, no la felicidad, es un concepto espiritual.)
Debido a que la mente y el cuerpo están tan estrechamente vinculados en muchas enfermedades, en efecto, responden al amor. Pueden nombrar cualquier distorsión emocional o mental que haya causado una enfermedad, la que deseen, y nosotros les diremos que eso es amor mal expresado. Pero la mente no está cerrada, y la conciencia es tan creativa como ustedes se lo permitan. En consecuencia, aquellos que emprenden, en el proceso de sanación, la voluntad de sanar y la fe en que aquello que ha sido causado por las preocupaciones de su propia mente puede ciertamente revertirse, responderán positivamente a las sugerencias positivas. En verdad, el hábito de decir cualquier cosa acerca de uno mismo o de otros que sea de carácter crítico o juzgador es algo dañino e insalubre, tanto en el sentido metafísico como en el físico.
La tercera categoría es la del espíritu. La razón por la que tantas entidades descuidan este aspecto del proceso de sanación es que piensan en el espíritu como algo que se encuentra dentro de la misma configuración relativa que el complejo mental/emocional y el complejo corporal dentro de esta ilusión. Dichas entidades, aunque sean espirituales, no han comprendido que cada ser es absoluto. Lo que ustedes ven, oyen, saborean y tocan morirá. Lo que ustedes son, si se piensan a sí mismos como su cuerpo, morirá. Toda enfermedad es sanada mediante la entrada a una vida más grande, si esto ocurre de manera natural; es decir, si uno permite que la naturaleza utilice su sabiduría espiritual y su capacidad de decisión.
No solo aquellos que han venido a este planeta para ayudar en la cosecha han planificado, con la ayuda del Ser Superior —que es Amor— las dificultades y limitaciones tal como son percibidas subjetivamente por la entidad dentro de la encarnación, sino también cada ser vivo en su esfera lo ha hecho. Cada uno ha establecido esas circunstancias por una razón. La mayoría de las entidades en este planeta son capaces de graduarse de esta densidad a la siguiente; son capaces, si así lo desean y toman las decisiones difíciles, de aprender las últimas lecciones del amor incondicional que pueden aprender mientras están en esta ilusión. Han tenido su parte, y ustedes han tenido la suya, al planear precisamente aquellas cosas que más lamentan. Si lo consideran con detenimiento, verán que sus períodos más intensos de aprendizaje han coincidido a menudo con períodos de gran incomodidad, angustia y dolor. No es del todo falso que un artista sufra y, de su sufrimiento, cree belleza, pues ese es el camino del espíritu. El propósito del espíritu no es la felicidad, ya que esta sugiere un yo estático, inmóvil, cómodo e inmutable. La evolución implica el continuo desprendimiento de aquello que ya no resulta útil en el proceso de evolución espiritual.
Por lo tanto, para distraerse a sí mismos o, de alguna manera, enfocarse lejos del miedo destructivo y de las preocupaciones del mundo cotidiano y mundano, muchas entidades eligen encarnar con enfermedades, dolencias y situaciones poco saludables de la mente que también se consideran necesarias por el yo y el Yo Superior, con el fin de brindar al alma peregrina la mejor oportunidad posible de aprender las lecciones, de tener las realizaciones y de que ocurran las transformaciones que ustedes mismos sintieron que eran necesarias en esta encarnación. Muchos se sienten tentados a servir antes de que la autoaceptación los haya abierto a la voz del Espíritu.
En consecuencia, si se realizan intentos repetidos y sinceros de manera enfocada y cuidadosa, y la pobreza no se transforma en abundancia, o la mala salud no se transforma en fortaleza, es entonces cuando uno debe observar su situación. La primera realización es que esto es una ilusión relativista. Por ejemplo, cada uno en este círculo carece de riqueza; uno, extremadamente pobre, otros más cercanos a estar cómodos y sin preocupaciones, pero no lo suficientemente cerca como para evitar dificultades cuando ocurren gastos inesperados. ¿Por qué nosotros, y ustedes, a veces elegimos tales situaciones? ¿Qué tienen que enseñarnos? En un mundo relativista, un simple cambio geográfico a cualquiera de sus civilizaciones que contenga una gran mayoría de personas que no tienen suficiente para comer o un lugar donde dormir indicará que incluso aquellos en esta cultura que se consideran los más pobres son vistos como ricos por quienes tienen aún menos. Para quien está muriendo, una enfermedad que no mata no parece grave. Para quien tiene una enfermedad que no mata, pero que limita, aquellos que pueden moverse sin limitación parecen saludables.
Cuando la elección preencarnativa les ha dado una dificultad, tengan fe en que son un espíritu lo suficientemente avanzado como para participar en su propio destino, que los acontecimientos no ocurren simplemente por casualidad, que la aparente pobreza, la aparente limitación, la aparente dificultad, la aparente enfermedad, también es una ayuda directa para establecer una circunstancia en la que se puede aprender una lección de amor bajo condiciones adversas. La suya es la última densidad con verdaderas condiciones adversas para la persona orientada positivamente o al servicio a los demás. Solo en esta densidad, la densidad de la elección, ocurre esto. Sepan entonces que lo que tienen delante no es más de lo que pueden manejar, no es aquello que los derrota; no se programarían eso a sí mismos. Pero se están esforzando porque desean cambiar; desean polarizarse aún más en amor y servicio al Creador y a los demás de lo que ya lo están ahora. Puede haber una lección que aprender. Puede haber una parte del servicio que eligieron y que no podría lograrse de ninguna otra manera, dada la singularidad de su persona y la singularidad de su carácter. En consecuencia, existen enfermedades, limitaciones y lo que parece ser una pobreza opresiva y degradante que puede ser vista—solo en el sentido espiritual—como desafíos más que dificultades, como oportunidades de aprendizaje más que sentencias de condena.
Es apropiado, cuando uno contempla su situación desde el interior, considerar las tres posibilidades. Primero, darle al cuerpo lo que pide. Si todavía estás enfermo, si has trabajado arduamente y sigues en la pobreza, ofrece a la mente la oportunidad de pensar cuidadosamente sobre la posible sanación de este sufrimiento del yo mediante un cambio de actitud, un cambio en la forma en que tratas al cuerpo que te ha sido tan fiel. Y si estas cosas se prueban, con toda sinceridad, persistencia y no dan resultado, intenta asumir que esta situación, aunque aparentemente negativa dentro de la ilusión, es la piedra angular misma de tu evolución espiritual. La lección se aprenderá durante el sufrimiento, el dolor, la angustia del aprendizaje, el cambio y la transformación del yo.
¿Puede acaso sentirse bien que el tronco de un árbol caído sea ahuecado? Sin embargo, si no se ahueca, no puede convertirse en canoa; no puede transportar a nadie a ningún lugar. Así también son únicas las lecciones. Buscas en ti mismo un vaciamiento de esas preocupaciones triviales que no puedes permitirte si deseas estar abierto a la evolución espiritual. Ciertamente, haz todo lo posible por maximizar el uso del vehículo que tienes. Pero mira más allá de eso. Si eres violinista y comienzas a tener dedos entumecidos, un médico te dirá que estás sosteniendo el instrumento incorrectamente y que estás provocando alguna condición nerviosa. Seguirán pastillas y tratamientos. Si eso no cura las dificultades de la mano, mira dentro y observa si la mente disfruta lo que hace. Si lo hace y lo afirma de manera persistente, y aún persiste el dolor al tocar, la situación puede haber sido elegida preencarnatoriamente para que tu camino de servicio se dirija hacia otra dirección, otro impulso, tal vez uno más adecuado para los dones más profundos de tu yo único.
En cualquier caso, libera todo temor: temor a la enfermedad o a la limitación, temor al estigma que esto pueda traer sobre ti, temor a lo que otros puedan decir al malinterpretarte. Todas estas cosas no son nada para quien presta atención a la fuente de información más confiable de todas: el propio ser. Como siempre, sé constante y diario en tu meditación, actuando según los nuevos puntos de vista que esta práctica inevitablemente aporta, y alaba y agradece al Creador por esta oportunidad de derribar los muros de malentendidos previos dentro de ti, por pequeños que sean. Aquí tienes la oportunidad de mirar fijamente la ilusión hasta que parpadee. No aceptes ninguna explicación o condena negativa. No la tomes en ti. Estás comprometido en recorrer un camino espiritual, con la mente y el cuerpo en completa cooperación desde antes del comienzo de esta encarnación. Elegiste el vehículo físico que ahora posees. Puede parecer, en el caso de elecciones preencarnatorias desafiantes, que tu cuerpo te ha traicionado. Nunca es así. El cuerpo que tienes es de segunda densidad. Hará todo lo que pueda por ti. Te ama. Te aceptó. Desea hacer lo que tú deseas que haga. A veces no puede, porque elegiste esta situación en este momento.
Pasarás de estas palabras a las muchas otras situaciones que suelen ser criticadas como fracasos de algún tipo. Llévalas al corazón y ten valor, fe y la voluntad de aprender aquello para lo que viniste: la voluntad de amar cada vez más puramente, la voluntad de permitir que la pequeñez de la humanidad se aleje gradualmente de ti, como el agua que se vierte de una jarra, para que al fin seas un recipiente vacío que pueda canalizar el amor y la luz del Único Creador Infinito, expresados a través de los dones que se manifiestan en ti, con una comprensión cada vez mayor de los verdaderos objetivos de esta vida de elección.