La Naturaleza del Sufrimiento
Q’uo, 3 de abril de 1988
Soy Q’uo. Los saludo en el amor y en la luz del Único Creador Infinito. Es un gran privilegio ser llamado a su grupo para responder a su consulta sobre el sufrimiento. Desean saber cuál puede ser la causa del sufrimiento, si puede deberse a una falta de percepción de la unidad, cuál es su causa y cuál es su cura.
Estamos dispuestos a hablar sobre una vida de sufrimiento que todos dentro de su cultura saben que existe, la de un maestro, Maestro y Cristo conocido por ustedes como Jesús de Nazaret. Al examinar el patrón de vida de este individuo, vemos a una entidad separada desde la infancia, que sufrió la soledad y la falta de compañía que acompañan al estudiante inusual y serio en el cuerpo de un niño pequeño. Porque, hacia la edad que ustedes llaman adolescencia, aquel conocido como Jesús ya era muy instruido, hablando como lo haría un rabino, con conocimiento de mucha literatura, mucha memorización y gran comprensión. Esta entidad solitaria caminó, guiada por su curiosidad, hacia muchos lugares, siempre como extraño, buscando información, buscando guía, buscando entendimiento, y sufriendo siempre la soledad del extraño.
Cuando llegó el momento de hacer la dedicación final de la obra de su vida, aquel conocido como Jesús era consciente de esta gran y trascendental necesidad. Había habido una comunicación clara dentro de esta entidad con aquello que esta entidad llamaba “YO SOY”. El ministerio, el que se conocería como Jesús, sabía de antemano que sería difícil y que terminaría con la muerte física de su cuerpo. ¿Por qué aceptó este instrumento del Único Creador Infinito este sufrimiento, sin conflicto ni lucha, sin argumentación contenciosa? Esto es lo que deseamos explorar.
Hay mucho de lo que se llama verdad que, en realidad, no es verdad, sino una multiplicidad de verdades siempre cambiantes que funcionan, por así decirlo, de manera social, con el fin de permitir que uno atraviese la encarnación con la menor fricción posible. Existe otra Verdad, una Verdad absoluta e inmutable, una Verdad misteriosa, desconcertante, que siempre llama, y que nadie dentro de su ilusión puede ver, sino solo conocer a través de la experiencia del Amor.
El Amor es el gran Pensamiento Original Único. No puede comprarse. No puede manipularse, y no puede ser destruido. Puede volverse evidente que no hablamos del amor romántico, el cual está sujeto a todas estas dificultades. No hablamos del amor de amistad ni de ninguna otra definición de amor que pueda expresarse con palabras. En verdad, si pudiéramos encontrar una palabra única que expresara el hermoso y terrible Amor que creó todo lo que existe, la usaríamos. Sin embargo, este concepto se encuentra tan profundamente en el ámbito de la mente interior que su realidad solo puede alcanzarse a través de las no-palabras que pueden llamarse fe. Este Amor es uno solo, y dentro de él están todas las cosas, todas las entidades, pensamientos, artefactos, objetos aparentes y cada una de las energías dentro de la infinidad de la creación. Cada uno de ustedes es Amor. Esta es su realidad, su absolutismo, su naturaleza inmutable, su Verdad.
El sufrimiento no se encuentra en este nivel, sino en aquel que, en su mayor parte, corresponde a verdades a medias, verdades que son relativas a las situaciones y condiciones de su sociedad y cultura. Somos conscientes de que hay quienes experimentan sufrimiento de manera física: dolores, hambre, enfermedad y muerte, ese proceso tan temido entre sus pueblos. Sin embargo, con mucho, la mayor parte del sufrimiento entre ustedes se debe a la ingestión y aceptación de verdades culturales y sociales —y en esto incluimos toda clase de teologías— como estándares con los cuales medir al propio ser. Este instrumento, por ejemplo, experimenta un dolor continuo en uno u otro grado. No obstante, el sufrimiento del instrumento es mucho más emocional que físico. Pues esta entidad sufre, asombrada, al no poder cumplir con sus propias expectativas sobre lo que su servicio, su energía y su vida deberían contener. ¿Están ustedes, entonces, sufriendo emocionalmente, cada uno de los que escuchan? Afirmamos que este sufrimiento es el más importante.
Podríamos llorar por el sufrimiento causado en nombre de la verdad. Y al remontarnos a la historia de su planeta, vemos —y les pedimos que vean con nosotros— cómo cada época, cada era y cada cultura crearon su propio fanatismo, su estrechez de mente y su distorsión de la armonía y la unidad, señalando a cada persona de alguna manera como inaceptable. Y debido a que toda la cultura expresa en gran medida el mismo sesgo, la entidad que experimenta la encarnación en cualquier momento cultural encontrará que sufre porque no puede ser aquello que la cultura y la sociedad han declarado apropiado.
Podemos decir que aquellos cuya orientación espiritual es rígida, al juzgar a otros de manera dura y abierta, crean gran sufrimiento en nombre del mismo maestro —aquel conocido como Jesús—, quien descendió a esta vibración para llamar a los que sufrían, a los que eran burlados y despreciados. Esta entidad no se interesaba por los justos, por aquellos que conocían la verdad de la cultura —y usamos deliberadamente este término, cultura, incluyendo en él la religión organizada, como la llama este instrumento—. Pues estos juicios cargan con un peso enorme, aunque engañoso, entre sus pueblos. Ah, lloramos por ustedes. El suyo es un planeta de dolor, incluso en el gozoso día de Pascua.
Pasamos ahora a la contemplación de la unidad. Nos movemos fuera del ámbito de lo relativo hacia lo absoluto, y les pedimos que nos sigan. Les pedimos que suelten las opiniones del mundo, que liberen los dictados de lo que se espera, y especialmente, a aquellos que sufren espiritualmente por enseñanzas que no les muestran el rostro del YO SOY, que dejen atrás esas duras restricciones teológicas que, aunque muy útiles para algunos, no les han sido de ayuda a ustedes, sino que les han causado una inmensa culpa y sufrimiento. Les pedimos que se aparten de la opinión —de toda opinión— y, muy especialmente, de la suya propia, porque esta es la Pascua, porque la energía de este planeta en este momento es sumamente luminosa y plena de vida. Les pedimos que experimenten directamente la promesa de la cual la Pascua es el símbolo: la promesa de la infinitud del YO SOY.
Cuando uno se aleja del “yo quiero”, “yo siento”, “yo pienso”, “me gusta”, “no me gusta”, y así sucesivamente, queda vacío, y puede sentir que también ha dejado atrás la estructura cómoda que albergaba su ética y sus principios. Es una sensación de desnudez. Es una sensación difícil de alcanzar, pues quien no ha examinado cuidadosamente el enorme peso de la opinión y de la autoridad aceptada en su vida, no tiene idea del porcentaje de la parte activa de la mente consciente que está involucrada en procesar el catalizador usando estas distorsiones, en lugar de experimentar el catalizador con un corazón abierto, una mente abierta y un conocimiento de la verdadera identidad del ser.
Así, antes de hablar sobre el propósito del sufrimiento, deseamos, con mano firme y corazón decidido, presentarles el concepto de que las verdades que son relativas y culturales deben ser examinadas cuidadosamente y analizadas de cerca, de manera que uno pueda ver, en la mayor medida posible, lo que el propio yo realmente siente y piensa acerca de aquello que la cultura exige de uno. Esto incluye todo, desde la elección de la carrera hasta las complejidades de las relaciones. Gran parte de su comunicación se ve distorsionada por el intento de cada entidad, consciente o inconsciente, de manipular su entorno de manera que se encuentre posicionada en un ángulo satisfactorio respecto a su cultura, sus conocidos y su propio ser.
Las culturas cambian. El ser cambia. Estas verdades son relativas. Aquellas reglas relativas al comportamiento, en su mayor parte, necesitan un reexamen constante, pues aquello que fue verdad para ustedes en un momento determinado, por necesidad cambiará y se transformará a medida que ustedes cambien y se transformen. No deseamos sugerir que sea necesario cambiar ningún pensamiento o acción. Solo pedimos que aquellos que sufren por ser homosexuales, divorciados, adictos o por cualquier otra calamidad, no piensen de sí mismos como perdidos para la unidad, pues todas estas cosas ocurren dentro de una ilusión que ha sido diseñada con un propósito determinado. Este propósito determinado es absoluto, y dentro del propósito absoluto de la evolución espiritual hacia el Amor, el sufrimiento es una necesidad absoluta.
Aquel conocido como Jesús el Cristo señaló que su reino no era de este mundo. ¿Piensan entonces que se refería al reino del mundo de las flores y los pájaros, de los espíritus y de la belleza? Permítannos apresurarnos a dar nuestra opinión, falible aunque sea, de que nunca fue esa la intención de esta entidad. Esta entidad había sido cortejada como el esperado y terrenal rey de un pueblo específico en una región específica. Este pueblo poseía una verdad que era teológica y, por lo tanto, relativa, hecha de opinión. Esta opinión sostenía que esta entidad podía liderar una revolución, derrocar un gobierno y reinar como los reyes de Judá e Israel de antaño, un rey judío para una nación judía. Esta entidad no deseaba ninguna de las limitaciones de la relatividad. No deseaba estar limitado de ninguna manera. Pues esta entidad se enfocaba siempre en lo absoluto. Y en su comunicación, se dirigía tanto a su Padre, Abba, como a cualquier amigo o discípulo.
“Mi reino no es de este mundo”, dijo. No —decimos nosotros— del mundo de la experiencia, del mundo de la opinión, del mundo de las exigencias culturales, del mundo de las limitaciones teológicas. Cuando este instrumento del Padre llegó finalmente a enfrentarse con aquel hombre que podía salvarlo, el conocido como Jesús no presentó defensa alguna. Su juez se mostró desconcertado, pues veía el sufrimiento que había ocurrido y el sufrimiento que estaba por venir, preparado para el conocido como Jesús, y no podía entender por qué este humilde maestro no se defendía. Finalmente, desesperado, este hombre simplemente preguntó: “¿Eres tú el rey de los judíos?”
Jesús el Cristo, con los ojos serenos, habló con claridad: “Dices que lo soy”, dijo. “Pero por un solo propósito vine a este mundo: para dar testimonio de la Verdad.”
Su juez quedó inmediatamente fascinado. “¿Qué es la verdad?”, preguntó.
Jesús el Cristo solo lo miró a los ojos, y Poncio Pilato vio el YO SOY del Amor.
¿Qué es la Verdad, mis hijos? Al buscar esta respuesta, puede experimentarse el mayor sufrimiento espiritual, pues, como hemos dicho, la Verdad suele buscarse en la cultura y en la teología religiosa. Y en esto incluimos, hasta cierto punto, nuestro propio trabajo con este instrumento, sin exceptuarnos del mundo de la opinión, sino aceptando conscientemente que nosotros, que usamos palabras, nunca podemos ser la Verdad, sino solo expresarla, ofreciendo así una manifestación que no es más que la sombra de nuestro ser, nuestro YO SOY.
Verdades y Verdad, lo relativo y lo absoluto. Hay una Verdad; hay un absoluto; y así hay un fin al sufrimiento. Esa Verdad reside en el reino que aquel conocido como Jesús el Cristo declaró que no era de este mundo, no de este mundo de opiniones.
Les pedimos que miren hacia adentro. Les pedimos que contemplen aquello que se encuentra detrás de lo que estamos diciendo: nuestra conciencia. Todos ustedes están sufriendo dentro de los límites de una prisión. Es la prisión de sus limitaciones. Sus dedos terminan y comienza el aire. Sus pies terminan y comienza el suelo. Hay separaciones de espacio entre ustedes y todos los demás seres. Hay un velo detrás de los ojos de aquellos con quienes desean comunicarse, que limita la armonía. En este sentido, están muertos en un sentido muy real, y queremos que entren en la conciencia de la vida.
Queremos que experimenten el YO SOY. Mientras descansan, pronuncien esa palabra: “YO SOY”, y perciban cómo algo cobra vida en lo más profundo. YO SOY. Este es el reino del que habló Jesús el Cristo. Porque la esencia del ser, la esencia, YO SOY, es aquello que hemos llamado Amor divino. No es solo aquello que ama todo lo que existe; es todo lo que existe. No es que, mediante algún medio, puedan llegar a asociarse con la Cristiandad; es que todos ustedes, eventualmente, percibirán al ser como Cristo. O, dicho de otro modo, que un día —si se nos permite usar términos inexactos— todos ustedes serán Cristo, todo absoluto, puro ser. Descansen por un momento en esta conciencia y experimenten la vida.
¿Dónde está la Verdad? La Verdad se encuentra en los absolutos que brillan a través de lo relativo. La Verdad está en la sonrisa, en la risa y en la alegría, en los momentos de hermandad, en el éxtasis íntimo del cuerpo al hacer el amor físico, en la reacción espontánea de profunda compasión. Y, al final, la Verdad, en un sentido absoluto, puede llegar a ser, para la mente y el corazón disciplinados, la compañera que camina a tu lado, a través de cuyos ojos puedes ver de nuevo la vida entera y unificada vivida en Amor.
Aquello que se llama sufrimiento es lo que la entidad que busca conocer el amor por el Creador, el amor por sí misma y el servicio a los demás puede usar, no como una piedra de tropiezo, sino como un punto de partida. Porque cada dificultad que causa sufrimiento es algo que ha sido dispuesto para que alguna distorsión relacionada con la esencia del amor, dentro de tu comprensión, pueda ser examinada, reflexionada más profundamente y, quizás, algo corregida.
Cada desafío ofrece la oportunidad de volverse hacia el YO SOY, hacia el Ser, y preguntar a esa inteligencia infinita que es Amor: “¿Cuál es el principio absoluto que ilumina esta situación?” El Amor absoluto puede permanecer oculto durante largos periodos de tiempo, y el proceso de búsqueda —la experiencia del dolor y la separación— puede prolongarse por un tiempo que parece infinito. Su pueblo intenta evitar, encubrir y remendar estas situaciones para aliviar la incomodidad, sin ver la oportunidad espiritual de un nuevo entendimiento a la luz de lo que es absoluto.
Pedimos a cada uno que recuerde la experiencia de la verdadera conciencia viva, y luego, con fe, se vuelva hacia sí mismo y bendiga cada herida, cada limitación, cada dolor y cada circunstancia que cause sufrimiento. Porque el sufrimiento es el sacramento, el alimento de la evolución espiritual. Que puedan regocijarse en sus dificultades, incluso mientras sufren. Que puedan apartar la piedra del sepulcro de su limitada aceptación de pensamientos dañinos. Que cada mirada que den sea nueva, y que vivan en Amor, amándose unos a otros con una pasión y un fervor que bendigan a cada ser con quien entren en contacto. No necesitan decir nada. El YO SOY en ustedes, del cual habló Jesús el Cristo, yace profundamente dentro de ustedes. Porque ustedes son todo lo que existe. Es simplemente la ilusión la que les impide alcanzar ese conocimiento supremo. Por la fe en el Amor que han contemplado —en cualquiera de sus formas limitadas— puedan entrar en esa vida que es Amor.
Esperamos que no acepten el sufrimiento como algo que deba soportarse para que en la próxima encarnación sean recompensados. En cambio, con toda humildad, sepan que su cielo aguarda dentro de ustedes, así como su infierno espera para abrazarlos. Su experiencia de vida es una cuestión de elecciones. ¿Seguirán verdades relativas o intentarán experimentar su propio ser verdadero, su propio YO SOY interior, y así preparar el terreno sagrado donde puedan ver el rostro de su Dios, su Cristo, su Amor, su Paz, su Luz, su Vida?