Confederación

Responsabilidad

Hatonn, 8 de marzo de 1981

Nuestras historias y nuestros discursos son siempre y eternamente intentos de brindarte una comprensión muy simple: una comprensión del Amor. Y una vez más, te contaremos, por así decirlo, una parábola para que puedas considerar en tu mente otra faceta de la comprensión del Amor y su funcionamiento en tu vida tal como la vives en este momento.

Imagínate, mis amigos, como un joven al amanecer de sus años, contemplando con cierta desesperación las dificultades y limitaciones de la responsabilidad y la adultez. Imagina entonces que un guía, un guardián, se le acerca y le dice: “Ven conmigo y te mostraré la alternativa a tus dificultades y tus limitaciones”. Y el joven despierta en un bosque encantado. Tiene frío y desea estar mejor vestido, pues hace algo de fresco, e inmediatamente se encuentra cubierto con una prenda cálida y confortable. Mira a su alrededor y se pregunta si habrá agua, y de repente un arroyo burbujea a sus pies. Temerariamente piensa para sí: “Bueno, simplemente imaginaré una casa”. Y allí está, una cabaña cómoda y amueblada. Afuera encuentra colmenas, jardines, todas las cosas como él desearía que fueran. Y pasan muchos días antes de que este joven comience a darse cuenta de que no es feliz en esta tremenda libertad de toda limitación y de toda responsabilidad.

No pasan muchos días más antes de que recuerde a su guardián. “Gran Ser,” dice, “me has mostrado lo que es estar libre de responsabilidad y de limitación, y ahora lo entiendo. Deseo regresar.” Y de inmediato está de vuelta en un mundo con responsabilidades, a veces de una naturaleza abrumadora, con limitaciones de todo tipo, y con otras personas.

Mis amigos, valórrense unos a otros y comprendan que en cada entidad contemplan al Creador. En cada ser, comenzando por ustedes mismos y extendiéndose hacia todo lo que los rodea en la vida, se encuentran con el Amor, con seres nacidos y hechos de Amor. Vivir en un mundo así es una responsabilidad, pero, mis amigos, es un honor poder compartir tanto las penas como las alegrías con sus semejantes, en una comprensión común de que ustedes son uno con el Creador, un Creador de Amor infinito.

¿Cómo pueden mantener esto en mente cuando su espalda se dobla bajo responsabilidades que quizás no deseen soportar, limitaciones y situaciones que desearían que fueran diferentes? Como siempre, mis amigos, les ofrecemos la sugerencia de que el tiempo dedicado a la meditación es tiempo fuera del tiempo, en el reino de los cielos. Esos momentos permanecen con ustedes a lo largo de los días, conforme los necesiten. Pueden recurrir a ellos si tan solo lo desean.


El Banquete

Hatonn, 6 de junio de 1982

Mis amigos, había una vez un gran reino bajo el mar. Bajo las aguas verdes y la arena se encontraban puertas doradas. Y hubo algunos seres que, bajo un encantamiento, podían entrar en ese mundo majestuoso. En este mundo, mis amigos, no existía el envejecimiento. No había trabajo. No había fealdad ni carencia de ningún tipo. Todos eran hermosos. Cada comida era un banquete, siendo el único inconveniente que los entes de esta tierra encantada no podían comer nada.


Todo estaba dispuesto para el pueblo. Pero aquello que se podía saborear, escoger, les era negado. La gente descubrió que, aunque todo les pertenecía, salvo esta única cosa, no podían encontrar satisfacción ni paz, pues no podían disfrutar de ese único placer. Aquellos que habían vivido en el reino por algún tiempo intentaron ignorar este hecho. Continuaron con sus vidas con una parte faltante. Pero para algunos, aquello que no conocían se volvió cada vez más pesado en sus mentes.


Las personas reaccionaron de muchas maneras ante su dificultad. Algunos eligieron responder con ira, culpándose al principio unos a otros por su privación. Otros decidieron sentir dentro de sí antagonismo hacia la privación misma y buscaron destruir todo lo relacionado con lo intocable, lo inalcanzable. Otros optaron por intentar olvidar aquello que parecían incapaces de controlar. Con el paso del tiempo, entre estas personas se volvió una práctica aceptada ignorar lo que tenían ante sus propios ojos, fingir que nunca había existido y ridiculizar cualquier referencia al tema como un mito, un cuento de hadas infantil, algo absurdamente ilógico. “Porque si fuera cierto”, decían, “¿no lo veríamos todos?”


Pasaron los años. Generaciones crecieron, llegaron a la madurez, murieron y dejaron a sus hijos muchas historias sobre la prohibición mítica. Pronto, las entidades comenzaron a sentir una gran confusión respecto a este cuento casi olvidado del gran banquete que había sido puesto ante sus antepasados y que no se podía comer. Y entonces surgieron, de vez en cuando, entre estas personas, algunas entidades que hablaban de tener cierto conocimiento sobre ese alimento. Sus palabras fueron en gran parte ignoradas. Sin embargo, algunos sintieron una especie de afinidad con lo que se decía, tal vez porque habían conservado maneras infantiles, según decían muchos. Sin embargo, cierto conocimiento continuó creciendo, y en ocasiones se esparció el rumor de que, en verdad, existía tal banquete, y que, en efecto, algunos conocían los medios para participar de su abundancia.


Después de mucha persuasión, uno de aquellos que conocía los medios para participar del banquete logró llevar a otros al lugar señalado donde se decía que tal banquete había existido muchos, muchos años atrás. Para gran sorpresa de todos los presentes, mágicamente apareció un banquete. Uno de ellos extendió la mano con avidez hacia la deliciosa comida, pero al tocarla, esta desapareció. Uno que decía conocer el modo de tomar de ese banquete, tomó un pedazo de fruta de la mesa, lo sostuvo en su mano y se lo dio a aquel que con tanto anhelo había intentado alcanzar la fruta que desapareció. Asombrado, este la comió.


Esta entidad, al saborear la deliciosa fruta, siguió el ejemplo del primero y ofreció alimento a otro, y ese tercero lo ofreció a un cuarto, y así sucesivamente, hasta que cada uno en la mesa, al alimentar a otro en lugar de a sí mismo, quedó satisfecho. Pues ningún alimento había sido jamás tan delicioso, tan suculento y tan exquisito.

Mis amigos, aquellos que buscan se sumergen en aguas profundas, y muy pronto se les abre una puerta dorada. Todo alrededor del buscador que medita es deslumbrante; no hay más que belleza. En la meditación, el buscador puede mirar, puede explorar, puede caminar por el universo, y cada actividad es maravillosa. Pero, mis amigos, mientras el buscador hace esto, aún no ha encontrado los frutos de su búsqueda.


Cada uno que se encuentra comenzando a acercarse a la mesa pronto descubre que, como entidad, no está solo. A medida que cada uno se aproxima, se da cuenta de que, para realmente extender la mano hacia adelante, necesita compartir aquello que ha encontrado. Cada uno lo hace a su manera. Cada uno que ha recibido descubrirá que el acto de dar es, en verdad, más pleno y satisfactorio.


Mis amigos, cada uno de ustedes es ya consciente del hecho de que su propio anhelo de sustento espiritual no puede ser satisfecho por sí solo. Cada uno ha elegido un camino en el cual su propio sustento proviene de sostener a otros, y su propio crecimiento ocurre como resultado de los esfuerzos de los demás.

Consideren por un momento, mis amigos, la estructura que ustedes llaman pirámide. Está compuesta por una serie de bloques de piedra macizos, poderosos e inquebrantables, cada uno de los cuales, para el observador, es bastante impresionante; pero cada uno de ellos, mis amigos, no es más que forma sin función cuando está aislado. Pues solo cuando cada uno se apoya sobre los hombros de sus otros-yo es que se produce la forma a través de la cual cada propósito puede cumplirse, a través de la cual cada servicio puede realizarse.

Mis amigos, sean conscientes de que su sustento les llega como resultado de sus esfuerzos por asistir y sostener a sus hermanos y hermanas en su crecimiento y transformación. Cada uno de ustedes debe realizar sus tareas sin la expectativa de recibir los frutos de ellas, pues los frutos del servicio pertenecen a otro, y los frutos del servicio de los demás les pertenecerán a ustedes.


Su viaje como buscadores es, en verdad, uno que debe emprenderse en soledad, en las porciones más profundas de su ser. Y a medida que recorren este camino, descubrirán que hay una responsabilidad mayor que deberán asumir: la de compartir los frutos que encuentran en ese viaje interior. El buscador no puede ser ayudado de tal manera que el trabajo sea hecho por él. Sin embargo, a medida que recorre este sendero y elimina las distorsiones que lo separan de la comprensión, debe necesariamente compartir esta creciente fertilidad, de lo contrario, el camino no podrá continuar. Porque este camino, aunque se recorra en soledad, es uno que une al buscador con todos, y el reflejo y la manifestación de esta unidad exigen entonces que el buscador salga al mundo —hambriento y desnudo, enfermo y pobre— para señalar la dirección hacia el sustento, el vestido del alma, y el apoyo de Creador a Creador.


El viaje meditativo, mis amigos, es tan fascinante que es como una sirena que llama a los marineros para desviarlos de su rumbo. Puede ser seguido indefinidamente, y todas las experiencias son valiosas. Pero nunca olviden, mis amigos, la única cosa que falta en ese reino bajo las aguas de su ilusión, en la tierra encantada donde la ilusión da paso a la primera visión de la realidad. Esa única cosa, mis amigos, es la creación. Al intentar alcanzarla para uno mismo, se pierde. Pero si extienden la mano en soledad para ofrecerla a otro, la manifiestan, y es en el mundo de la manifestación donde el encantamiento se convierte en alimento y bebida del espíritu.


Amor

Hatonn, 8 de marzo de 1981

Nosotros, de Hatonn, somos mensajeros simples con un mensaje muy simple, un mensaje que ustedes conocen como un mensaje de Amor: la experiencia del Amor, el reconocimiento del Amor, el vivir en Amor, el dar Amor. Porque, mis amigos, el Amor es esa fuerza que une todo lo que existe en el único gran Ser al que servimos y al que llamamos el Creador Infinito. Hablamos del Amor porque no hay nada más de lo que podamos hablar. El Amor que es la fuente misma de su ser los rodea en cada momento de cada día que experimentan en este planeta que ustedes llaman Tierra.

El Creador Infinito ha puesto en movimiento la fuerza del Amor para llevar a cada una de Sus creaciones en un viaje —un viaje de despertar, un viaje de realización de la unidad del yo con todo lo que es, con el Amor, con el Creador. Este viaje tiene muchas rutas disponibles. Cada uno de ustedes, en su propio libre albedrío, puede elegir cómo realizar este viaje. Cada uno de ustedes, en sus actividades diarias, al ocuparse de aquello que constituye su trabajo, se encuentra con aquellos que, como ustedes, son peregrinos en este camino de despertar. Cada uno de ustedes, en su vida diaria, tiene infinitas oportunidades de darse cuenta de que comparten Amor entre sí en cada momento.

Es por esta razón que sugerimos una y otra vez que se detengan por un momento cada día para sentarse consigo mismos en el silencio de la meditación, de modo que la realización de su unidad con todo pueda hacerse más clara y profunda en su vida. Porque, en medio del ajetreo y el bullicio de las actividades contenidas en cada uno de sus días, con tal profusión, es fácil perder de vista, de sentir y de comprender su unidad con todo. Es fácil olvidar que la fuerza que los impulsa a través de todas sus actividades es simplemente la fuerza del Amor. Es fácil pasar por alto la más evidente de las realidades y, tristemente, mis amigos, con demasiada frecuencia se pasa por alto el Amor. Con demasiada frecuencia se olvida al Creador. Aunque se encuentren con el Creador en cada actividad, en cada rostro, cada día, es muy fácil olvidar con quién se encuentran.

Por esta razón, sugerimos que la meditación podría ser el medio mediante el cual establezcan esta conexión con el fundamento de su ser, día a día. Esta meditación puede llegar a parecerse a un fuego, una luz que arde dentro de su ser e ilumina su interior, brillando cada vez más intensamente hasta que quienes los rodean noten un cambio en su propio ser y se sientan inspirados por la luz que irradia desde ustedes, desde sus palabras, sus pensamientos y sus acciones. De esta manera, la Luz y el Amor del Creador Infinito pueden encontrar formas de manifestarse en su realidad tridimensional, una realidad que contiene al Creador en cada uno de sus aspectos, pero que, como toda ilusión, oculta aquello que es su fundamento.

Nosotros, de Hatonn, tenemos el privilegio de poder pronunciar estas sencillas palabras a su grupo y les agradecemos la oportunidad que nos ofrecen de prestarles servicio a ustedes y a sus semejantes. Ábranse a la meditación siempre que les sea posible. Extendemos nuestro amor y nuestra luz a aquellos a quienes estas palabras, por pobres que sean, serán enviadas. Somos solo mensajeros, como hemos dicho, de una gran noticia. Pueden sentir el Amor. No proviene de nosotros, sino que fluye a través de nosotros. Que también fluya a través de ustedes y bendiga la vida de todos aquellos a quienes toquen con sus vidas.

Ahora los dejo en el Amor y en la Luz del Creador Infinito, en la belleza de Su gran cuidado, en el gozo de Su creación. Yo soy Hatonn. Adonai, mis amigos. Adonai. Vasu.